Las plataformas e-learning han muerto… y los pedagogos no hemos ido al entierro.

No me he resistido a utilizar un título llamativo, populista, y extravagante que posiblemente sea capaz de captar la atención más de uno. Pero el objetivo de esta reflexión es otra muy distinta.

(Los paréntesis son utilizados «sólo» para traducir terminología pedagógica.)

Después de años de gestión de plataformas (sistemas de aprendizaje), de creación de cursos (procesos de enseñanza – aprendizaje), tutorías (acción tutorial), y formar a formadores de muchos ámbitos, esta apasionante mundo del e-learning (o teleformación, o aprendizaje on-line, etc.) no deja de sorprenderme… y la ausencia de profesionalidad… (profesionales de la formación y/o de los procesos de aprendizaje) tampoco.

Ahora, parece que las plataformas e-learning han muerto. Existe la idea de que no podemos adaptar el modelo de aprendizaje al campus virtual… sino que tenemos que adaptar el campus virtual al modelo de aprendizaje. Pero con que soltura hablamos de modelos de aprendizaje. Es cierto que Moodle, antes de la explosión de la Web 2.0 ya se situaba en el modelo de aprendizaje constructivista pero yo lo he usado como profesor de Universidad, como docente en empresas, como diseñador de acciones formativas, en acciones presenciales, semipresenciales, y virtuales, también en asignaturas universitarias, en acciones de formación continua (o formación para el empleo) en acciones de carácter privado, para estudiantes, para trabajadores, para desempleados, para alumnos con un alto nivel cultural y otros de bajo nivel cultural, y un largo etc. y no me he visto obligado en ningún caso a adaptarme al modelo constructivista. Es más, es adaptado las herramientas que he tenido a mi alcance a los objetivos de las acciones formativas, y a uno o varios modelos de aprendizaje.

Desde que inicié mi andadura profesional con Atutor hace más de 15 años pasando por campus como Moodle (y sus derivados), WebCt y su reencarnación en BlackBoard Learn, hasta otras opciones de diseño “exclusivo” he tenido claro que la calidad de la docencia y el modelo de aprendizaje poca dependencia tiene (o debería tener) con el campus. Me he cuidado de no ser ni “tecnofílico” ni “tecnofóbico”. Tiene más que ver con el los alumnos, los contenidos, los objetivos, la metodología didáctica, la evaluación, y un largo etc. de elementos de carácter pedagógico. Por supuesto, que a mayor conocimiento, a mayores medios, a mayores recursos, posiblemente mejor producto (o servicio). Pero el campus, y las herramientas internas o externas a este no dejan de ser herramientas que debemos adaptar al modelo de aprendizaje. Y desde mi punto de vista, y desde otros expertos de reconocido prestigio, tendemos a la “tecnofilia”.  No adaptamos los recursos existentes al modelo de aprendizaje, sino que supeditamos el modelo de aprendizaje a las modas tecnológicas… y eso es peligroso. Al final convertimos las acciones en un escaparate de virtudes tecnológicas de última generación, mientras el objetivo (que el alumno aprenda) queda en un tercer o cuarto lugar.

Y si el lector duda… vamos a realizar una pregunta: ¿cuántas novedades conoce en el ámbito del aprendizaje? ¿cuáles son las últimas novedades en teorías del aprendizaje? Y ahora, hágase la misma pregunta respecto a las últimas novedades tecnológicas. ¿No cree que debe existir un mayor equilibrio?  ¿No cree que si usamos sólo novedades tecnológicas tendemos a perder el norte?

Pienso a menudo en experiencias con excelentes profesores, que no sabían nada de nuevas tecnologías, pero con los que ha aprendido mucho, en contraposición con “excelentes” cursos de impresionante repertorio tecnológico y tutores virtuales del copia y pega mensajes para todos que no me han enseñado nada, donde para aumentar el beneficio, se amplían las ratios o incluso se contratan “teletutores” como si de telmarketing abuisivo se tratara.

Pongamos un ejemplo: la norma de calidad UNE 66181 no me dice que campus debo utilizar, ni que tecnologías, me dice que metas de carácter pedagógico debo alcanzar (y hasta que modelos de aprendizaje). Eso sí, en esta norma se hace un esfuerzo por evitar la «jerga pedagógica», y añadimos términos como factor de asimilación, y usamos términos pedagógicos (como la tutoría) cuando no nos queda más remedio.

Pero claro, entre que los pedagogos o profesionales de la formación, en ocasiones vemos este mundo desde lejos, muy desde lejos y además parece que nos sobra el trabajo… o los ámbitos de actuación (pues a este le hacemos poco caso… y al ámbito laboral también poco hcaemos poco caso). Por otra parte como la formación se mercantiliza a ritmos desorbitados, no paran de aparecer cursos, y creadores de cursos, y herramientas para crear cursos que desde mi punto de vista no hacen otra cosa que intentar paliar un gran defecto… y es la falta de pedagogía, en productos pedagógicos.

Con todos mis respetos no tengo interés en participar en un webinar al que recientemente he sido invitado para aprender en unas horas a crear un curso con éxito. También regalan un ebook de 13 páginas (contando portada pero con ausencia de bibliografía), que contiene un videotutorial, te recomiendan el uso de un software (por cierto de carácter genérico, no de creación de contenidos) y poco más. Todo un repertorio de tecnologías (webinar, ebook, videotutoriales, etc) pero sin nada de pedagogía.

En Junio de 2012, titulaba una entrada de la siguiente forma: “Cuanto más conozco las plataformas elearning, más consciente soy de su irrelevancia respecto a los procesos de enseñanza aprendizaje en e-learning”. No era mi intención predecir su muerte… es más su muerte considero que puede llegar a ser irrelevante. Mi intención era poner por encima el aprendizaje, y las herramientas como su apoyo. Sin embargo, una de las desventajas de tener cada vez herramientas más innovadoras es que su uso eclipsa su objetivo final cuando este es el aprendizaje.